jueves, 19 de julio de 2007

La madrugada de las 18 entradas


Experiencia imborrable a cargo de Vicente “huevo” Romo.

Dejaré las crónicas beisboleras para los expertos. Por lo general, las cosas notables (que no son muchas) de las que he sido testigo, han venido a mi si haberlas buscado.
Esta fue sin duda una excepción, pero qué excepción. He aquí el relato:

Día 9 de mayo de 1966, por la tarde. Mi hermano Pepe y yo andábamos tras mi papá.

- Papá, juegan los Tigres contra los Charros de Jalisco-
- -¿Qué pues?- ¿Quieren ir?- Contestó mi papá, saliendo de su acostumbrada siesta vespertina.
- ¡Si jefe!-

Las veces que fuimos con mi papá al beis-bol, constituye sin duda uno de los recuerdos más hermosos que tengo de él.
Mi papá era maestro rural. En ese entonces como hoy, los maestros gozaban de cómodos horarios y largas vacaciones.

Durante su estancia en Zacatecas, se iba por las tardes a los llanos a ver jugar beis-bol a los equipos de los ranchos, para mitigar en algo su soledad. Aprendió por ello muchas reglas y trucos del beis-bol.

En fin, esa tarde llegamos al estadio del tecnológico de Guadalajara. Había casi un lleno total. Una banda de músicos amenizaba el ambiente y se burlaba con su música del equipo contrario.
Los Tigres capitalinos eran ayer lo que hoy es el américa. Es decir, presumidos y odiados por la afición de provincia.

Sin embargo, los tigres traían a Vicente “el huevo” Romo, un inicialista de primera categoría.
Comienza el partido. Mi papá se divertía con los gritos de la afición y también el gritaba a su vez diversas ocurrencias, ya fuera a los ampayers, ya fuera a los jugadores contrarios.
Los charros saltaron al diamante. La banda de música comenzó a tocar “Jalisco”, mientras el sonido local anunciaba a los jugadores.

No podría precisar cómo se fueron dando las anotaciones. Lo que sí puedo decir es que para la novena entrada iban empatados a 4 carreras.
Para los que no conocen de beis-bol, el juego no puede terminar empatado y hay que irse a los “extra-innings”.

Vicente Romo lanzó las 9 entradas. Es raro que un manager deje a un inicialista estrella lanzar todas las entradas, por aquello de que hay que cuidarle el brazo.

La banda seguía tocando. El público se regocijó con el periodo extra. Nosotros también.
El manager le preguntó a Vicente si quería seguir. Ante una seña afirmativa, lo dejó las entradas que…aguantara.

El "huevo", cuál máquina infernal, seguía lance y lance hacia el "home" como si nada.

Para ese entonces ya era 10 de mayo. La banda tocó en punto de las cero horas “las mañanitas” por el día de las madres. El público aplaudió a rabiar.

Pues “el huevo” Romo aguantó once, doce, trece…quince entradas. Como el partido seguía empatado, el manager de los tigres lo sacó en la entrada 16.

Luego se supo que el manager la había regado. Si hubiera dejado al pitcher lanzar un bateador más, hubiera roto un récord ya viejo en ese entonces.

En la entrada 16 era ya la una y media de la mañana. En este punto me habría gustado decir que los músicos (cómo cuando el titanic se hundía) se habían quedado. Pero no, se fueron a esa hora cargando tambora, trompetas con babas y tuba.

A las dos de la mañana, los tigres rompieron el empate. Los locales charros de jalisco no pudieron ó no quisieron empatar y el juego se acabó.

Recuerdo el regreso con mi papá y mi hermano pepe, caminado en una noche cálida por la desierta avenida revolución, iluminada por la luz artificial.

Los autobuses especiales que solían llevar a la gente hasta la calzada independencia cuando terminaban los partidos hacía mucho que nos habían dejado tirados.

Pero a nosotros no nos importó porque vivíamos a unas 10 cuadras del estadio de beis.
Mi papá iba contento, gozoso diría yo, por haber sido testigo de semejante hazaña deportiva.

Vicente Romo es miembro del salón mexicano de la fama desde 1992.